Villa Clara atesora el polo más joven de la industria turística en Cuba, el cual, más allá de su belleza natural, constituye un lugar mágico imposible de olvidar. Tres islotes unidos entre sí por un pedraplen de 48 kilómetros guardan playas virginales y perfectamente conservadas.

Santa María fue el primer cayo en desarrollarse y todo el trabajo hotelero allí realizado se basa en principios ecologistas. El turismo resulta una actividad sostenible que permite que hombre y naturaleza convivan en paz equiparando ocio y ecología. Ensenachos y Las Brujas también aseguran una visita inolvidable a todo aquel que prefiera destinos de sol y playa, y formando parte de la Reserva de la Biosfera Buenavista atesoran en sus paisajes arenosos especies endémicas de moluscos, aves y reptiles.